4/30/2006

12.- Los libros de historia de Eduardo Bueno


Para muchos Eduardo Bueno pertenece a la estirpe de Carl Sagan o Asimov, la raza de los divulgadores. Hombres de extraordinaria capacidad para acumular conocimiento y sintetizarlo en un lenguaje accesible que abre al gran público las puertas de un dominio hasta entonces cercado.

En ese aspecto quizá pueda decirse que Bueno es el Asimov de la Historia de Brasil. Pues desde que tomó a su cargo reducirla a fascículos para un suplemento dominical no ha dejado de publicar, siempre con éxito, sobre la historia oscura, nebulosa y poco documentada del Brasil. Ha sabido transformar en Best Seller lo que hasta ayer era apenas un mal recuerdo: tener que estudiar la indigesta historia de la patria.

Bueno iba para ideologo de la generación beatnik brasileira. Tradujo en su juventud "On the Road", escribió una biografia del grupo de rock Mamonas assasinas y otra sobre el Gremio de Porto Alegre, el club de su corazón. Fútbol, música, literatura alternativa: Eduardo, lo tenía todo para ser un "moderno".

Lo que nadie sospechaba al verlo con su camisa de seda floreada y su aire de profesor de yoga es que desde niño alimentaba una pasión amateur por la historia de su país, que le había llevado a acumular obsesivamente una biblioteca con miles de volúmenes sobre los siglos oscuros de la conquista de la tierra, el XVI y el XVII.

¿Al final quién era este chico tan animado? ¿Periodista, traductor, guionista, biógrafo? Muy pocos sospecharían que sus conocimientos sobre el origen del Brasil superaban los de cualquier historiador profesional que pudirara ponersele enfrente.

A Bueno le fascina el Brasil de los primeros tiempos. El de los navegantes portugueses que lo vieron por primera vez, pero también el de los capitanes, los naufragos y los degradados que éran dejados en estas tierras como castigo. Un mundo sobre el que se había escrito poco y casi siempre de un modo hipotético. Bueno se dedicó a cazar documentos en monasterios portugueses, en bibliotecas perdidas, a barrer hasta el último rincón en busca de cartas, contratos, o cualquier legajo que pudira hablar de aquellos tiempos nebulosos.

El resultado fueron libros de éxito dónde el brasileño asisite deslumbrado a la grandeza de un tiempo perdido, que es el suyo, dónde el país se va perfilando con codicia, deslumbramiento y mucha sangre. Un mundo donde no faltan héroes, locos, místicos, personajes misteriosos y abyectos.

Además de un libro muy cuidado sobre el comercio del pau brasil, Bueno tiene publicados:

"Brasil a vista! A Aventura ilustrado de descubrimento"
"Naufragos, traficantes e degradados" (quizá el más interesante)
"Capitães do Brasil"

y el excelente "Brasil: a increivel historia de um pais" dónde da una visión general desde la prehistoria hasta Lula, -lo que tampoco supone un salto demasiado grande-.

Leer la historia del Brasil a través de la prosa sencilla de Bueno es entrar en un bosque de mil árboles, lleno de serpientes, flores y onças. Una experiencia tanto o más iniciática que un chute de LSD.

Al final Bueno consiguió ser un beatnick. Sin necesidad de Zen, Tao y Gestalt. Le bastaron la navegación, los hombres llegados de más allá del mar, la noche mágica de los indios, el canibalismo, la locura de la ambición, el extravío de la carne de aquellos fundadores en la sensualidad de indios y negros.

4/29/2006

11.- Bocadillo de mortadela




Los suinos brasileiros, por los rigores del clima, no producen un buen jamón. El salami es mediocre y aunque intentan prepararlo al modo italiano deja mucho que desear. Tampoco es interesante el cerdo en tema de costillas, y ni siquiera el lechón tiene esa dulzura a que nos acostumbra el ibérico.

Sin embargo el cerdo brasuca roza la excelencia en cuanto a mortadela, bacon, panceta, rabo y afines. Ya tendremos ocasión de hablar de los maravillosos torresmos, pero simplifiquemos diciendo que en Brasil los puercos sólo tienen dos salidas: la feijõada o el bocadillo de mortadela.

El sanduichi de mortadela, como ellos lo llaman, se suele tomar a media tarde, con guaraná, en un paõzinho francés.

Nunca he entendido porque llaman francés a un pan que no tiene nada que ver con la baguette y que es por composición y elementos 100% nacional. Debe saberles mejor si piensan que no es brasileño, y aquí volvemos al problema sangrante de la autoestima y la sobrevaloración por lo extranjero que sólo el fútbol parece aliviar.

En todo caso, francés o no, el pan recién salido del horno acoge en su seno las generosas lonchas de mortadela. Sadia, Perdigão y Ceratti son las marcas más populares. Y la variedad bolonhesa las más valorada. La hay también con pistachos y aceitunas porque nunca falta alguien con mal gusto.

Acompañado con guaraná, cerveza o el eterno cafezinho, el bocadillo de mortadela es una de las grandes (y sencillas) alegrías gastronómicas del Brasil.

4/28/2006

10.- De chanclas por la vida


Nada más valioso en el brasileño que la falta de etiqueta en el vestir.

Uno puede bajar a la calle en bañador, chanclas y con una camisa vieja que nadie repara. Porque todos están haciendo lo mismo. Pero ve más lejos. Entra en un bar con tus chancletas que sigue dando lo mismo. Entra en un banco, en un restaurante de lujo. A nadie le importa. Hay una despreocupación general con el vestir, que incluso los snobs acaban asumiendo.

Uno podría recorrir el Brasil de punta a punta (como la ardilla de Herodoto), desde el Maranhão a Rio Grande do Sul, en havaianas que no recibiríamos ninguna mirada oblicua a nuestro paso. Al menos, no por nuestra apariencia.

Cometí al llegar de Europa la equivocación de traer conmigo mi guardarropa. Chaquetas, camisas, pantalones y zapatos quedaron meses en el armario, apolillándose junto al teléfono móvil.

Mis havaianas negras, con motivos verdes y amarillos en los laterales, han sido desde entonces mis fieles compañeras.

Me siento capacitado, como Jesucristo, a pasar por esta vida calzando apenas unas sandalias con tal de que sean brasileñas.

Son cómodas, el pie respira, y puede sentirse, como en el poema de Jorge Guillén, la curvatura del mundo al caminar.

4/27/2006

9.- Noel Rosa, el genio de la mandíbula rota


Por precocidad y brillo ningún otro brasileño se le compara. Nadie como él reúne los elementos de aquella superstición romántica del genio, el titán condenado a deslumbrar el mundo y apagarse pronto.

Noel (1911-1937) apenas vivió 26 años. Al nacer, un forceps manipulado con demasiado entusiasmo (quizá el médico intuía el maravilloso ser que estaba por venir y no pudo reprimirse) le quebró la mandíbula y le dejó medio rostro paralizado de por vida.

O Frankestein da Vila (por Vila Isabel, su barrio), le llegó a llamar un compositor rival, el no menos grande Wilson Batista.

Noel era tímido, nunca comía en público, y sólo se soltaba un poco con la música, la noche, y la cerveza. Fue un romántico y un cínico. El primero, quizá, que supo cantar a la mujer sin perfume de colonia, dándole su exacto valor. Nunca sabremos si sus muchas heridas le enturbiaban la visión, o si se la aclaraban. Para la historia quedará como El filósofo del samba.

Dicen los manuales que el primer samba fue inventado por Donga. Es mentira. El samba nace con Noel. Es hijo directo de Noel, al menos en su forma más acabada, el samba canción.

Es imposible resumir la grandeza poética, él cinismo amoroso, el humor, o simplemente la poesía que su obra encierra. Bastaría escuchar Ultimo desejo, Feitiço de Vila, Tres apitos, cualquier otra para caer rendido a su duende.

(Es curioso que por aquellos años García Lorca teorizaba por primera vez sobre el duende, y Noel descubría a muchos kilómetros, el feitiço, que es exactamente la misma cosa).

Noel tenía el talento para la melodía de un Schubert, la maliciosa ironía de un Oscar Wilde, todo ello en un cuerpo imperfecto, de Quasimodo, que arrastraba por la noche carioca, entre putas, malandros y hombres de letras que se asomaban curiosos a escucharle.

Orestes Barbosa, periodista y académico, llegó a decir (acaba de escuchar "Não tem tradução") que Noel era el mayor poeta de su tiempo. El primero que se expresaba con la voz (la giria) del pueblo.

Noel conoció el éxito, si puede llamarse éxito a que sus canciones fueran oídas en todas las radios y los beneficios se los quedasen otros. Francisco Alves y Aracy de Almeida fueron, en vida, sus mejores interpretes.

Gran putero, gran músico, gran persona. Noel tiene la cara rota del Brasil que un día soñaron los dioses.

4/26/2006

8.- Picanha, la reina del churrasco


Cuando las vacas holandesas llegaron al Brasil los rigores del trópico pudieron con ellas. Los colonos tuvieron que ir probando diferentes razas bovinas y la que mejor se adaptó fue la nelore, procedente de la India. Aquellos bueyes blancos, sagrados, cuyas carnes habían sido despreciadas durante milenios cruzaron el mar para someterse a la lujuria gastronómica de los brasileños.

Y fue así que la picanha se hizo la reina del churrasco. De todos los cortes del nelore, la picanha es el más sabroso. Es una pieza que se extrae de la parte trasera, sobre el culo del animal, y que no llega a pesar más de dos kilos. Su escasez la encarece: su precio equivale a nuestro solomillo europeo.

Hay otros cortes magníficos: alcatra, fraldinha, maminha, contra filé, cupim, lagarto, etc. Pero nada comparable a una picanha bien hecha.

Lo mejor de la picanha es la grasa. Cuanto más grasa (gordura) tenga mejor sabrá. Y es que la grasa, el sofisticado placer de la grasa, es algo que sólo se descubre en las churrascarías brasileñas, con una cerveza bien fría en la mano.

Cuando un animal se alimenta de pienso su grasa es puro petroleo. En cambio el animal que pace verde en el campo, sin química, genera una grasa exquisita. Puede entenderse con nuestro jamón de bellota. Su tocino es dulce y embriagador mientras el tocino de un cerdo criado en una granja de engorde tiene un repugnante sabor a chicle. Con los nelores ocurre lo mismo. Como no falta tierra, ni pasto, los bueyes brasucas se crían saludables y esbeltos: en Goiás, Mato Grosso y Rio Grande do Sul. Se les ve desde la carretera atravesando apacibles las llanuras, comiendo capim a su antojo. Y cuando llegan al grill producen esa grasa dorada y dulce que se derrite en el paladar y que provoca una embriaguez sustituta.

El sistema más popular de churrasco en el Brasil es el rodizio. Básicamente consiste en sentarse y ver desfilar camareros con los distintos tipos de corte, asentir o denegar, y comer hasta llegar al borde de la congestión. Buen invento.

Los rodizios europeos, negocio que se alimenta de nostalgicos y snobs, se muestran mezquinos con la picanha. Sólo la sacan al final, y en pequeñas cantidades, cuando dan por hecho que el comensal, atiborrado de chorizos, salchichas, y cortes nacionales, no va a tener aliento para despacharse la picanha, que ellos tienen que importar. Es una treta que les funciona con los poco avisados pero que nunca les ha valido conmigo.

El rodizio brasileño es generoso como una madre. Te colma de picanha, filé mignon, de los cortes más selectos, sin que el cliente tenga que mendigar.

He pasado horas muy felices en los churrascos. Casi siempre solo, con una pose de alcohólico. Más tarde, cuando aprendí los secretos del salado y el tempero, he pasado ha cocinarme la picanha yo mismo, en un grill eléctrico.

Uno de los secretos mejor guardados es la transformación de un corte de picanha en picanha al avesso.

La picanha es una especie de bolsa ovalada de carne que viene recubierta de una capa de grasa blanca. Normalmente se corta en rodajas y se pone a asar. Pero existe un metodo, haciéndole un corte en uno de sus lados más cortos y tirando de dentro hacia fuera, para dejar la grasa oculta en el interior, como una bolsa que se gira. Si se domina esta técnica la grasa se fundirá en la cocción desde dentro y el resultado será todavía mejor.

A la chapa, en espeto, al avesso, o en simples rodajas (fatias) la picanha es la reina indiscutible del churrasco.


4/25/2006

7.- La novela de las ocho


La novela de las ocho empieza a las nueve. Hubo de haber un tiempo en que empezaba las ocho, por eso se llama así. La pasan por la Globo, una cadena sinuosa, que quita y pone al presidente de la nación a su antojo. Ese tremendo poder, creo yo, no le viene del apoyo de los empresarios como piensa, optimistamente, la izquierda. Ese poder le viene de la novela de las ocho, esas historia río que de lunes a sábado sustituye a la vida.

Son historias de ricos y pobres, con decenas de actores de continuidad, que recrean universos cercanos para el brasileiro, y pronto para el ave migratoria que se asoma desdeñosa al principio, curiosa despues, viciada luego. Hoy se venden a más de treinta países, porque han conseguido cierta universalidad a fuerza de mirarse el ombligo.

La novela de las ocho puede llegar a tener cientos de capítulos. Durar meses, años. El tiempo de su vigencia sus estrellas son los amos de la escena nacional. Desfilan de porta-estandartes en el carnaval, sacuden las porterías de comentarios con sus romances, y hasta influyen en el peinado. Una vez escuché en una peluquería a un chica pedir un corte de pelo como el de Debora Falabello en Senhora do Destino.

Alienadoras y poéticas, no han de dejarse pasar si se quiere pensar y sentir el Brasil desde dentro.

4/24/2006

6.- Aceita um cafezinho?


Fue una de las primeras cosas que escuché al llegar a Brasil. Estaba esperando para unas gestiones burocráticas cuando un funcionario me invitó al primero.

Desde entonces han sido miles los cafezinhos.

Dicen que el brasileño, como la economía paulista del XIX, no consigue funcionar sin café. ¿O será apenas una excusa para facilitar las relaciones? Quizá ayude también a subir un poco la tensión en las horas de calor. O simplemente sea un acto patriótico.

Los que entienden, preparan el cafezinho hirviendo agua en una olla y colándolo con un trapo. Suelen llenar grandes termos que colocan generosamente a la salida de bares y negocios para que al pasar podamos llevarnos un buen recuerdo del sitio. Pueden tomarse 30 cafezinhos al día si no se tiene cuidado.

Los más tradicionales lo toman en pequeñas tazas de porcelana, apurándolo de un trago como haría John Wayne con un whisky.

Últimamente el gusto por lo extranjero ha hecho que ganen terreno el expreso y el capuccino. Pero es algo que sólo encuentras en los shopings centers, o en casa de algún snob que desea presumir de cafetera importada.

Si vas al interior, y paras en cualquier fazenda, sitio o chácara, te estará esperando la vieja panela de ferro humeante, el filtro de franela y la tacita de porcelana.

Ese es el cafezinho auténtico, amargo, fuerte, y que hace bien.

4/23/2006

5.- Luiz Alfredo Garcia Roza, el Simenon carioca


El detective Espinosa, simpático comisario que tiene a su cargo la DP nº 12 de Copacabana, es un personaje al que hay que seguir con un mapa de Río en la mano. Uno de los rasgos obsesivos de su autor es dotar a la acción de una referencia geográfica precisa. No le interesa tanto un asesinato como el hecho de situarlo en el punto exacto de la calle. Porque Garcia Roza ama las calles, los mapas, y es fácil imaginarlo paseando con un ojo en los números de las puertas y otro en el cobrizo atardecer de Copa.Espinosa es culto, solitario, tiene puntos en común con Montalbano pero a diferencia de éste le gusta hacer sus comidas en un MacDonalds, llevando la comida a un banco junto a la playa donde la divide con algún menino de rua. Su máximo desempeño como gourmet lo logra camino de casa a la vuelta del trabajo cuando se pilla unos kebaps que más tarde pasa por el microondas.

Espinosa es aficionado a los sebos, librerías de viejo dónde se distrae entre caso y caso. Anda siempre dándole vueltas a la idea de hacerse unas repisas para organizar su biblioteca. Pero no se decide porque le ha cogido gusto a tener los libros apilados contra la pared. Su tostadora sólo tuesta de un lado y a veces anda tentado de comprar una nueva. Pero le ha cogido gusto a sus semitostadas y acaba desistiendo.

Garcia Roza ha sobrevivido a su oficio de psicoanalista asumiendo su gusto perverso, algo tarado, por ese mundo podrido que genera la orla más bella del mundo. Descubrir el infierno en un paraíso de tarjeta postal. Como Kurtz encontró el paraíso en el horror.

Las novelas del comisario Espinosa son hasta la fecha:

O silêncio da chuva
Achados e perdidos
Vento sudoeste
Uma janela em Copacabana
Perseguido

Roza también ha publicado recientemente Berenice procura, donde da vacaciones a Espinosa y deja la investigación del asesinato de un travesti en la playa a cargo de una taxista mujer: Berenice. El resultado no está a la altura de lo anterior, quizá porque la situación personal de ella, recién divorciada, interfiere demasiado en el interés del caso. O simplemente porque se echan de menos las manías de Espinosa.

4/22/2006

4.- La feijoada de los sábados


Los domingos el brasileño tiene por costumbre reunir a la familia para compartir un churrasco. Suelen hacerlo en casa de los abuelos, padres, en un número parental muchas veces asustador. No se sabe muy bien si es la fuerza de la sangre la que logra reunirlos o la parrillada. ´

Los sábados en cambio son él día (a veces también los miércoles) de la feijoada, que es más para tomar entre amigos.

La feijoada completa lleva un poco de todo. Aunque le da su rasgo esencial es el modo de preparar el feijão preto, con aquellas partes del cerdo (pies, lengua, rabo, etc) que antiguamente los señores daban a los esclavos de las senzalas, como se echan los restos a un perro. Los esclavos supieron hacer de la necesidad virtud inventando la feijoada con los únicos elementos que tenían a mano, el arroz, el feijão y las sobras.

Para que sea completa la feijoada debe acompañarse con torreznos, cove deshilachado, naranja, farofa y, si se quiere, caipirinha. Es un plato pesado, que no cae bien en estómagos perezosos.

Algunos dicen que la feijoada sólo es completa cuando termina con una ambulancia en la puerta.

4/21/2006

3.- El atardecer en Ipanema


Es tradición que el atardecer en Río ha de verso a la altura del posto 9 de Ipanema. Durante un tiempo, algunos bañistas y paseantes tardíos aplaudían en el momento que el sol se hundía más allá del morro Dois irmãos.

Pocas experiencias tan marcantes como salir paseando del hotel Meridian, en el inicio de Copacabana, recorrer por el calçadão de piedras portuguesas toda la orla hasta la roca do Arpoador, entrar en Ipanema, tomar un agua de coco para reponer fuerzas y llegar despacito a través del bello paisaje humano hasta el comienzo de Leblon, a la altura del hotel Marina, con la favela del Vidigal al fondo, encendiendo las primeras luces. Es un momento sobrecogedor, para ver sentado en la arena, con los primeros pescadores llegando. En mi caso suelo culminarlo con la fumada de un puro bahiano, un Beija Flor, y ya he adquirido el timing necesario para saber en que momento inicar la caminata, y a que ritmo fumar el puro para que las últimas caladas coincidan con la llegada de la noche.

Atardecer en Ipanema. La propia Marina Lima, que no tiene nada que ver con el hotel Marina, lo ha celebrado en Virgem, una de sus mejores canciones:

As coisas não precisam de você
Quem disse que eu tinha que precisar
As luzes brilham no Vidigal
E não precisam de você
Os dois irmãos também não ..... precisam
O hotel Marina quando acende
Não é por nós dois
Nem lembra o nosso amor
Os inocentes do Leblon
Esses nem sabem de você
E o farol da ilha só gira agora
Por outros olhos e armadilhas

4/20/2006

2.- Nelson Rodrigues y "A vida como ela é"


Nelson Rodrigues, dicen, inventó el teatro brasileño. Escribió "Vestido de noiva" con 27 años, tras un largo episodio tuberculoso que lo tuvo asomándose a la muerte y de vuelta a la vida. Llegó a probar fortuna como actor, en "Perdona-me por me traires" siendo abucheado unanimente, ocasión feliz para él pues le ofreció la oportunidad de insultar al auditorio.

El teatro de Nelson, por ser precisamente de renovación, en una época dónde el espíritu de la opereta y el vaudeville reinaban en Río, ha envejecido un poco, se ha vuelto ingenuo en los meandros del experimentalismo.

Aunque siempre se consideró dramaturgo -el único dramaturgo de Brasil-, Nelson tuvo que ganarse desde los quince años la vida con el periodismo. Hijo de periodista y hermano de periodistas, (entre ellos Mario Filho, inventor del carnaval carioca y padre espiritual del estadio de Maracaná que lleva su nombre) Nelson pasó la vida en las redacciones, como reportero criminal en sus comienzos, deportivo más tarde (fue un fanático Fluminense). Pero lo que le hizo unánime en la vida del brasileño fueron sus columnas diarias de "A vida como ela é".

Cada mañana, durante años, Nelson escribía en pocas líneas una historia que giraba entorno a un único asunto: la infidelidad. A veces, la muerte en relación a la infidelidad. Son historias ágiles, construidas en breves pinceladas, con diálogos coloquiales, de sabor único, dónde el erotismo arrasa con su fuerza primaria. Nelson escribió más de mil quinientas historias sobre la infidelidad, magnetizando y corrompiendo la fantasía de sus lectores. Fue considerado el mayor tarado de su tiempo. Y quizá sólo le salvó de la ira oficial el ser un gran reaccionario. De hecho, sus últimas palabras (una vez que pensó que iba a morir) fueron para insultar a Marx. Durante la dictadura se empeñó en hacerse ver con militares, simplemente por provocación, por cansancio de una progresía de gaceta que, seamos sinceros, debía ser cargante para un auténtico revolucionario.

Nelson siempre fue pobre. Era capaz de triplicar las ventas de un periódico gracias a su picante, pero se veía condenado a ser un bebedor de agua en los bares. El único provecho que sacó de la simpatía que algunos militares le mostraron fue hacer gestiones (a escondidas) para liberar a compañeros.

Un gran pornógrafo dedicado a hacer gestiones entre la Iglesia y el Ejercito para sacar de la cárcel a aquellos izquierdistas a los que despreciaba intelectualmente. Una vida así le llevó a probar suerte con la televisión, dónde inventó un programa de entrevistas en el que aparecían él, el entrevistado y una cabra.

Nunca he sentido mayor placer como lector que con "A vida como ela é". En cada breve historia (muchas veces, variaciones de temas ya usados y que alegra reconocer) hay encerrado un mundo. De hecho, se han adaptado muchas veces al cine, estirando cada detalle y demonstrando que son cápsulas que encierran microuniversos deseando desplegarse. En cada cuento de Nelson hay una novela en germen.

Nelson se consideraba "Flor de obsessão". La mujer infiel y la muerte fueron un territorio del que no quiso salir. No exista una sóla historia suya dónde no se pague la infidelidad con la muerte física o moral. El deseo de las tardes cariocas de verano, el recato de los felices cincuenta, los encuentros furtivos, los casos en el trabajo, con las mujeres de los amigos, de los jefes, la obsesión por mujeres inalcanzables, la compra de la virtud, la corrupción de la empleada honesta, a punto de casarse, por el jefe brutal y millonario. Es ese universo único, donde dos inocentes jovenes toman una limonada, o un helado, o salen del cine agarrados de la mano para transformarse en monstruos pocas líneas después.

Nelson regaló al mundo millares de frases ingeniosas. Difícil escoger. Me quedo con esta: "Dinheiro compra tudo. Até amor verdadereiro".

4/19/2006

1.- Los sambas de Paulinho da Viola


Mente a meu coração
que cansado de sofrer
só deseja adormecer na palma de tua mão...


Sin apartarse de la tradición, bebiendo de ella, de su amado Cartola (en la foto), de Nelson Cavaquinho, Ze Keti, Carlos Cachaça, Paulinho ha sabido modernizar el samba resistiendo a la venenosa influencia de la Bossa Nova, música burguesa, hecha por universitarios que conquistó el mundo al precio de perder su raiz.

Los sambas de Paulinho son tranquilos, elegantes, atravesados por metáforas esenciales del tiempo: ríos, lunas, mares que se reinventan en la batida antigua de un simple tamborim, de una cuica, de un pandeiro.

Dejarse prender por un samba de Paulinho es acostar la cabeza sobre el pecho de Brasil, escuchar ese latido que no es africano, ni europeo. Es de los árboles, de las plantas, las estrellas que gravitan en el centro de su bandera.

Paulinho es también un gran chorão, gran instrumentista, a veces al cavaquinho, con melodías nocturnas como el maravilloso "Choro negro". Samba y Choro son parientes cercanos. Noel y Pixinguinha se encuentran en Paulinho, hombre arbol de muchas raizes, de un tronco fuerte que extiende sus ramas hacia el cielo.