4/24/2006

6.- Aceita um cafezinho?


Fue una de las primeras cosas que escuché al llegar a Brasil. Estaba esperando para unas gestiones burocráticas cuando un funcionario me invitó al primero.

Desde entonces han sido miles los cafezinhos.

Dicen que el brasileño, como la economía paulista del XIX, no consigue funcionar sin café. ¿O será apenas una excusa para facilitar las relaciones? Quizá ayude también a subir un poco la tensión en las horas de calor. O simplemente sea un acto patriótico.

Los que entienden, preparan el cafezinho hirviendo agua en una olla y colándolo con un trapo. Suelen llenar grandes termos que colocan generosamente a la salida de bares y negocios para que al pasar podamos llevarnos un buen recuerdo del sitio. Pueden tomarse 30 cafezinhos al día si no se tiene cuidado.

Los más tradicionales lo toman en pequeñas tazas de porcelana, apurándolo de un trago como haría John Wayne con un whisky.

Últimamente el gusto por lo extranjero ha hecho que ganen terreno el expreso y el capuccino. Pero es algo que sólo encuentras en los shopings centers, o en casa de algún snob que desea presumir de cafetera importada.

Si vas al interior, y paras en cualquier fazenda, sitio o chácara, te estará esperando la vieja panela de ferro humeante, el filtro de franela y la tacita de porcelana.

Ese es el cafezinho auténtico, amargo, fuerte, y que hace bien.