5/02/2006

14.- Bar Luiz



Según el Rio-Botequim, la guía anual que analiza y evalúa con rigor los botecos (bares con sabor local) de Río de Janeiro, el Bar Luiz tiene el mejor chopp de cerveza de la ciudad. Una serpentina de 720 metros, golpeada por los empleados para que no se congele, lleva la cerveza desde los barriles hasta el grifo y la expele a una temperatura platónicamente perfecta.

También son una institución la ensalada de patatas y el roastbeef que obtienen la máxima puntuación. A los que se animen, tampoco les desagradarán la salchicha con chucrut y media pinta de cerveza negra.

Situado en la Rua do Carioca 39, cerca de la Praza Tiradentes, el Bar Luiz es una de las instituciones de la vida cultural y nocturna, que vienen a ser la misma cosa en Río de Janeiro.

Fundado en 1887 (toadavía en tiempos del imperio) por un alemán, se llamó primero Braço de Ferro y más tarde, en la misma línea, Bar Adolf. En 1945 un grupo de estudiantes, indignados con el nombrecito, se dirigieron al bar con intención de destruirlo. Andaba por allí tomando una cerveza, Ary Barroso, con su bigotillo, su delgadez, su mala leche de hombre genial y minúsculo. Enfrentó a los estudiantes y consiguió impedir la demolición. Con su elocuencia de locutor radiofónico, fue amansando a la masa, cantó las glorias del local y logró ponerlos en retirada sin que le bar sufriera ningún daño. Así, -son suposiciones mías- consiguió que le invitaran a la cerveza que estaba tomando.

Después del susto, Ary llamó al dueño, un alemán llamado Luiz, y le sugirió que cambiara el nombre del establecimiento. No estaban los tiempos para romanticismos.

La rua do Carioca es la más antigua de la ciudad, y el edificio vecino al Bar Luiz el más antiguo de la época colonial. Queda frente al Zicartola, el bar dónde se reunía la gente del samba en los 60. No muy lejos anda el Café do bom, dónde se encuentran tartas y dulces más agradables (y baratos) que los de la mítica confitería Colombo.

Por la rua do Carioca todavía es posible ver circulando los viejos malandros de aquel universo perdido del que nos hablan los primeros sambas.

Valdría la pena dedicar la vida entera a estudiar con calma el universo de los botequims cariocas. Bares antiguos, populares, humanísimos, dónde la vida planea lentamente, entre cervezas, salgadinhos, y todo tipo de delicias.

El Bar Luiz ha sabido no morir de éxito, y aunque los precios lo han vuelto un poco elitista últimamente, conserva aún entre sus muros (cubiertos de fotos de época) algo de ese alma callejera, arrastrada, que lo vuelve punto de encuentro de aquellos que hacen de pasear erráticamente por Río su arte.

Mientras los enormes ventiladores de hierro remuevan el aire y no sean sustituidos por modernos aparatos de aire acondicionado el Bar Luiz seguirá siendo un boteco y no un restaurante.

No está de más recordar el fino samba "Bares da cidade", de Joao Nogueira y Paulo César Pinheiro:

Anoiteceu
Outra vez vou sair
Sem nada a esperar
Sem ter pra onde ir
Vou caminhar por aí a cantar
Tentando acalmar as tristezas por onde eu passar
A minha vida boêmia de bar em bar
É o meu amor sem paz
Por um amor vulgar
Que me abandonou
Chorando os meus ais
Me deixando também por maldade
Saudades demais
E eu vou levando minha alma aflita
À noite a cidade é tão bonita
Do Lamas ao Capela, e da Mem de Sá
Passo no Bar Luíz
E no Amarelinho é que eu vou terminar